jueves, 19 de mayo de 2016

Soldados de Salamina (Javier Cercas)

Javier Cercas



Cuarto libro del reconocido escritor español Javier Cercas, publicado por primera vez en
el año 2001, y que se ha convertido en su novela más aclamada. 

La novela narrada en primera persona, pertenece y mezcla varios géneros literarias. Inicialmente me parece heredera del género popularizado por Truman Capote: la novela testimonio o novela de no ficción, además del uso de la historia, el periodismo y el testimonio personal. Cercas se mete de lleno en la historia, y como personaje de esta travesía que pone al descubierto su investigación, su apasionamiento por la historia que descubrió, sus frustraciones, parte de su intimidad y su talento como escritor. 

La historia de la novela en general, que también transcurre en varios tiempos cronológicos, presenta en su historia central, en los últimos meses de la Guerra Civil Española, cuando las tropas republicanas se retiran hacia la frontera francesa, cuando se decide fusilar a un grupo de presos franquistas, entre los que se encuentra Rafael Sánchez Mazas, uno de los fundadores de la Falange Española. Sánchez Mazas logra escapar del fusilamiento, y cuando se encuentra oculto entre matorrales es encontrado por un soldado, que decide al final perdonarle la vida. A partir de este momento, se desprenden los demás acontecimientos de la novela.  

La estructura de la novela se encuentra dividida en tres partes, tituladas: “Los amigos del bosque”, “Soldados de Salamina” y “Cita en Stockton”. En la primera parte, que inicia de forma magistral en su primera página, donde Cercas ya expone su situación emocional, profesional y creativa; Cercas realiza una introducción sobre el origen de su investigación, desde su encuentro con Rafael Sánchez Ferlosio, hijo de Rafael Sánchez Mazas, que le da ciertas pistas sobre la verdadera historia del escape del fusilamiento de su padre, y su posterior permanencia en el bosque, donde se encontró con unas personas que le ayudaron a sobrevivir, con la promesa de ayudarles cuando estuviese a salvo, gracias a su influencia política en el gobierno reinante. Esos fueron los “amigos del bosque”. En esta primera parte, que por momentos puede hacerse pesada, por la información histórica base con la que Cercas construye su investigación, los datos y el entorno geográfico y político de la época, es información necesaria para poder comprender la novela y el riguroso trabajo del escritor. 

En la segunda parte, “Soldados de Salamina”, que es en sí el resultado de la investigación y las entrevistas de Cercas a los amigos del bosque, a los diarios y a la comprobación de los datos suministrados; pero especialmente, es la novela que tenía pensado Cercas publicar inicialmente. En esta parte, que puede funcionar como una novela corta independiente, observamos la construcción literaria de Cercas con la historia antes y después del fallido intento de fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas. 

Y en la tercera parte, “Cita en Stockton”, que para mí fue como el momento cumbre de la novela. Llega un momento en que Cercas se da cuenta, de que la historia de la segunda parte, la de “Soldados de Salamina” solamente, era un material pobre, y que le faltaba algo… por lo que nuevamente cae en depresión y bloqueo creativo. Al punto de decidir dejar el proyecto de la novela, y dedicarse nuevamente a su trabajo periodístico. Hasta que en una de sus entrevistas le toca entrevistar al ya reconocido escritor chileno Roberto Bolaño. Esta parte y las conversaciones con Bolaño, me parecieron excelentes y memorables. Además de que le sirve de inspiración para recuperar el interés de su novela, encontrar el nuevo rumbo que le dará a la historia, y especialmente, Bolaño le habla de un personaje que captura su atención: Miralles. Un veterano de guerra comunista que le servirá para complementar su historia, y las distintas voces que quería recoger… además de acercarlo al personaje que perdonó la vida a Rafael Sánchez Mazas.   

Las últimas dos partes, en especial la tercera y última, las leí como si estuviese leyendo un thriller. La dosificación de la información que hace Cercas, y el involucramiento que ya ha logrado con el lector, gracias a tu intimismo y su prosa precisa y poética, hace que el lector sienta lo que Cercas sintió y vivió en la historia. Siente la angustia, la decepción, la emoción, la sorpresa, la resignación y la alegría que el escritor describe que sintió al descubrir la historia. Porque al final, “Soldados de Salamina”, no era la historia de Rafael Sánchez Mazas, ni del soldado que le perdonó la vida, ni de los amigos del bosque, ni de la Guerra Civil Española, ni de Miralles… sino del propio Javier Cercas. Y como estos distintos elementos que mencioné anteriormente, sirvieron para devolver un gran escritor a la literatura, y a elaborar una excelente novela. 

Según palabras del propio Cercas: “La novela, básicamente, habla de los héroes, de la posibilidad del heroísmo; habla de los muertos, y del hecho de que los muertos no están muertos del todo mientras haya alguien que los recuerde; habla de la búsqueda del padre, de Telémaco buscando a Ulises; habla de la inutilidad de la virtud y de la literatura como única forma de salvación personal...»

Y eso es precisamente la grandeza de esta novela, que al final, al llevarnos en una travesía emocionante, nos interrumpe abruptamente con un final bello, fuerte y muy emotivo… además de una reflexión que nos detiene a pensar sobre lo que es verdaderamente importante conocer en una historia, sobre las perspectivas, las distintas lecturas, acontecimiento pasados que aún dejan huellas en el imaginario colectivo y sobre nuestros propios deseos y anhelos personales. 

En síntesis, una novela memorable e imperdible que nadie debería dejar de leer. Y si quizás estés apunto de desistir en la primera parte, ¡no desistas!, que el camino apremia… y con creces. 


9/10



Fragmentos de Soldados de Salamina: 


1.

(...)
El soldado le está mirando; Sánchez Mazas también, pero sus ojos deteriorados no entienden lo que ven: bajo el pelo empapado y la ancha frente y las cejas pobladas de gotas la mirada del soldado no expresa compasión ni odio, ni siquiera desdén, sino una especie de secreta o insondable alegría, algo que linda con la crueldad y se resiste a la razón pero tampoco es instinto, algo que vive en ella con la misma ciega obstinación con que la sangre persiste en sus conductos y la tierra en su órbita inamovible y todos los seres en su terca condición de seres, algo que elude a las palabras como el agua del arroyo elude a la piedra, porque las palabras sólo están hechas para decirse a si mismas, para decir lo decible, es decir todo excepto lo que nos gobierna o hace vivir o concierne o somos o es este soldado anónimo y derrotado que ahora mira a ese hombre cuyo cuerpo casi se confunde con la tierra y el agua marrón de la hoya, y que grita con fuerza al aire sin dejar de mirarlo. "


2.

"(...) yo no dejaba de pensar en Sánchez Mazas. Pronto llegué a una conclusión: cuantas más cosas sabía de él, menos lo entendía; cuanto menos lo entendía, más me intrigaba; cuanto más me intrigaba, más cosas quería saber de él. Yo había sabido —pero no lo entendía y me intrigaba— que aquel hombre culto, refinado, melancólico y conservador, huérfano de coraje físico y alérgico a la violencia, sin duda porque se sabía incapaz de practicarla, durante los años veinte y treinta había trabajado como casi nadie para que su país se sumergiera en una salvaje orgía de sangre. No sé quién dijo que, gane quien gane las guerras, las pierden siempre los poetas; sé que poco antes de mis vacaciones en Cancún yo había leído que, el 29 de octubre de 1933, en el primer acto público de Falange Española, en el Teatro de la Comedia de Madrid, José Antonio Primo de Rivera, que siempre andaba rodeado de poetas, había dicho que «a los pueblos no los han movido nunca más que los poetas». La primera afirmación es una estupidez; la segunda no: es verdad que las guerras se hacen por dinero, que es poder, pero los jóvenes parten al frente y matan y se hacen matar por palabras, que son poesía, y por eso son los poetas los que siempre ganan las guerras, y por eso Sánchez Mazas, que estuvo siempre al lado de José Antonio y desde ese lugar de privilegio supo urdir una violenta poesía patriótica de sacrificio y yugos y flechas y gritos de rigor que inflamó la imaginación de centenares de miles de jóvenes y acabó mandándolos al matadero, es más responsable de la victoria de las armas franquistas que todas las ineptas maniobras militares de aquel general decimonónico que fue Francisco Franco. 
Yo había sabido —pero no había entendido y me intrigaba— que, al terminar la guerra que había contribuido como casi nadie a encender, Franco nombró a Sánchez Mazas ministro del primer gobierno de la Victoria, pero al cabo de muy poco tiempo le destituyó porque, según se contaba, ni siquiera asistía a las reuniones del consejo, y a partir de aquel momento abandonó casi por completo la política activa Y, como si se sintiera satisfecho del régimen de pesadumbre que había ayudado a implantar en España y considerara que su trabajo había concluido, consagró sus últimos veinte años de vida a escribir, a dilapidar la herencia familiar y a entretener sus dilatados ocios con aficiones un poco extravagantes. Me intrigaba esa época final de retiro y displicencia, pero sobre todo los tres años de guerra, con su peripecia inextricable, su asombroso fusilamiento, su miliciano salvador y sus amigos del bosque, y un atardecer de Cancún (o del hotel de Cancún), mientras hacía tiempo en el bar hasta la hora de la cena, decidí que, después de casi diez años sin escribir un libro, había llegado el momento de intentarlo de nuevo, y decidí también que el libro que iba a escribir no sería una novela, sino sólo un relato real, un relato cosido a la realidad, amasado con hechos y personajes reales, un relato que estaría centrado en el fusilamiento de Sánchez Mazas y en las circunstancias que lo precedieron y lo siguieron."(...)


3.

(Conversación entre Roberto Bolaño y Javier Cercas)

Mira, te voy a decir la verdad. Durante años me cagué cada vez que pude en Allende, pensaba que la culpa de todo era suya, por no entregarnos las armas. Ahora me cago en mí por haber dicho eso de Allende. Joder, el cabrón pensaba en nosotros como si fuéramos sus hijos, ¿entiendes? No quería que nos mataran. Y si llega a entregarnos las armas hubiéramos muerto como chinches. En fin —concluyó, tomando otra vez la taza—,supongo que Allende fue un héroe.
—¿Y qué es un héroe?
La pregunta pareció sorprenderle, como si nunca se la hubiese hecho, o como si se la hubiera estado haciendo desde siempre; con la taza en el aire, me miró fugazmente a los ojos, volvió la vista hacia la bahía, por un momento reflexionó; luego se encogió de hombros.
—No lo sé —dijo—. Alguien que se cree un héroe y acierta. O alguien que tiene el coraje y el instinto de la virtud, y por eso no se equivoca nunca, o por lo menos no se equivoca en el único momento en que importa no equivocarse, y por lo tanto no puede no ser un héroe. O quien entiende, como Allende, que el héroe no es el que mata, sino el que no mata o se deja matar. No lo sé. ¿Qué es un héroe para ti?
Para entonces ya hacía casi un mes que yo no pensaba en Soldados de Salamina, pero en aquel momento no pude evitar el recuerdo de Sánchez Mazas, que no mató nunca y que en algún momento, antes de que la realidad le demostrara que carecía del coraje y del instinto de la virtud, acaso se creyó un héroe. Dije:
—No lo sé. John Le Carré dice que hay que tener temple de héroe para ser una persona decente.
—Sí, pero una persona decente no es lo mismo que un héroe —replicó en el acto Bolaño—. Personas decentes hay muchas: son las que saben decir no a tiempo; héroes, en cambio, hay muy pocos. En realidad, yo creo que en el comportamiento de un héroe hay casi siempre algo ciego, irracional, instintivo, algo que está en su naturaleza y a lo que no puede escapar. Además, se puede ser una persona decente durante toda una vida, pero no se puede ser sublime sin interrupción, y por eso el héroe sólo lo es excepcionalmente, en un momento o, a lo sumo, en una temporada de locura o inspiración. Ahí está Allende, hablando por Radio Magallanes, tumbado en el suelo en un rincón de La Moneda, con la metralleta en una mano y el micrófono en la otra, hablando como si estuviera borracho o como si ya estuviera muerto, sin saber muy bien lo que dice y diciendo las palabras más limpias y más nobles que yo he escuchado nunca... Ahora me acuerdo de otra historia.
Ocurrió en Madrid hace tiempo, yo la leí en la prensa. Un muchacho andaba por una calle del centro y de pronto vio una casa envuelta en llamas. Sin encomendarse a nadie entró en la casa y sacó en brazos a una mujer. Volvió a entrar y esta vez sacó a un hombre. Luego entró otra vez y sacó a otra mujer. A esas alturas del incendio ya ni siquiera los bomberos se atrevían a entrar en la casa, era un suicidio; pero el muchacho debía de saber que todavía quedaba alguien adentro, porque entró de nuevo. Y, claro, ya no volvió a salir. — Bolaño se detuvo, con el dedo índice se subió las gafas hasta que la montura rozó las cejas—. Brutal, ¿no? Bueno, pues yo no estoy seguro de que ese muchacho actuase movido por la compasión, o por vete a saber qué buen sentimiento; yo creo que actuaba por una especie de instinto, un instinto ciego que lo superaba, que podía más que él, que obraba por él. Lo más probable es que ese muchacho fuera una persona decente, no digo que no; pero puede no haberlo sido. Chucha, Javier, ni falta que le hacía: el cabrón era un héroe.


4.

"-No estoy escribiendo. -Contradictoriamente añadí-: Y no es una novela. Es una historia con hechos y personajes reales. Un relato real.
-Da lo mismo -replicó Bolaño-. Todos los buenos relatos son relatos reales, por lo menos para quien los lee, que es el único que cuenta."


5.

“¿Pues sabe una cosa? En la paz no hay héroes, salvo quizás aquel indio bajito que siempre andaba por ahí medio en pelotas... Y ni siquiera él era un héroe, o sólo lo fue cuando lo mataron. Los héroes sólo son héroes cuando se mueren o los matan. Y los héroes de verdad nacen en la guerra y mueren en la guerra. No hay héroes vivos, joven. Todos están muertos. Muertos, muertos, muertos.”




Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)
@alejo_salgadoB
@alejandros17.89




Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)

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