viernes, 1 de abril de 2016

Ve y Pon un Centinela (Harper Lee)

Harper Lee




El esperado regreso de la emblemática escritora estadounidense, Harper Lee, quien fue conocida mundialmente durante casi toda su vida, sólo por escribir la mítica novela, ganadora del Premio Pulitzer, publicada en los años 60, “Matar un Ruiseñor”; un título clave en la historia de la literatura estadounidense, y un ícono de los americanos, que encumbraron sus virtudes y la del personaje protagonista, Atticus Finch. 55 años después, en el año 2015, sale a la venta “Ve y pon un centinela”, justo un año antes de que la escritora falleciera, el 19 de Febrero del 2016, a los 89 años de edad.

Para hablar de "Ven y pon un centinela" es inevitable hablar de “Matar un Ruiseñor”, ya que el primero, fue el primer manuscrito que Lee entregó a sus editores. En "Ven y pon un centinela", ambientada en los años 50, encontraremos los personajes de Matar un Ruiseñor, 20 años después de los acontecimientos de la famosa novela.

Según dice la historia, el editor al leer el manuscrito que contenía la historia de Ve y pon un centinela, le sugirió a Harper Lee desarrollar más la novela con flashbacks con el pasado de sus protagonistas... El proceso resultó tan interesante, que se fue creando otra novela a través de esos flashbacks... Y tras casi tres años de trabajo de edición y reescritura de Harper Lee y su editor, nació finalmente “Matar un Ruiseñor”, sustituyendo la que hubiese sido la primer obra de Lee. 

“Matar un Ruiseñor”, resultó un trabajo de introspección para la misma Lee, ya que ella misma confesó en diversas ocasiones, que ella sólo podría escribir sobre sus propias vivencias. Atticus es una imagen de su mismo padre, quien también fue abogado, y también tuvo que enfrentar un caso de un negro acusado injustamente. Con Matar un Ruiseñor, Lee también se vio obligada a retroceder 20 años atrás de su historia original. Y es por esto, que leer "Ve y pon un centinela" resulta un ejercicio de lectura y análisis muy estimulante.

Cuando salió por primera vez, no sentí interés en leerlo, pero ahora que finalmente lo leí, me ha resultado muy interesante conocer esa historia original, que fue la base del universo de Matar un Ruiseñor, la base para la historia que se desenvuelve en el espacio ficticio, de Maycomb, Alabama; que sería otra traslación de Harper Lee, con el pueblo donde verdaderamente nació, de Manroeville, Alabama. 

La novela en términos generales me pareció interesante, especialmente por los referentes de Matar un Ruiseñor. Los narradores de ambas novelas son distintos... si en “Matar un Ruiseñor” era un relato en primera persona de la niña Scout, una mirada inocente de la realidad, de su padre, de la vida, que desencadena en una misma perdida de la inocencia; en “Ven y por un Centinela”, el narrador es una tercera persona, que se encargará de destruir varios de los mitos creados en Matar un Ruiseñor, una mirada externa que nos dará una mayor visión de ese pequeño pueblo del sur. 

Si “Matar un Ruiseñor” se despliega en los años 30, “Ve y pon un centinela” se desenvuelve en plenos años 50. Jean Louis Finch, la pequeña Scout de la primera novela, acá tiene 26 años, y regresa a Maycomb, luego de enterarse de que su padre, Atticus Finch, ha estado mal de salud últimamente. Además la novela nos trae nuevas sorpresas, que no considero spoilers, ya que lo dicen en las primeras páginas, que el hermanito de Scout, Jem, murió; el amigo de los niños, Dill (inspirado en el amigo de la infancia de Lee, Truman Capote) se encuentra en el extranjero, y el que sigue en Maycomb, es Henry Clinton, antiguo amigo de los niños, que es acogido y criado por Atticus, y que está enamorado de Jean Louis.  

Es interesante ver la evolución de Scout, ahora convertida en Jean Louis, una joven que vive en la ciudad, y que ya no ve a su antiguo pueblo de la misma manera. En especial, luego de experimentar todo lo que ocurre, desde el auge de la rebelión de los afroamericanos, la intolerancia de los habitantes de Maycomb, pequeñas referencias al Ku Klux Klan; pero en especial, lo que más sorprende a Jean Louis, es descubrir el infierno de un pueblo del sur en los años 50… algo que quizás no había visto antes. El arraigado conservadurismo, la religión exacerbada, los juzgamientos sociales, la hipocresía, la discriminación, etc… todos esos temas que también trataron las fantásticas Damas del Sur de la Literatura Norteamericana, como Carson McCullers, Flannery O´Connor, Eudora Welty, etc… según, las dos primeras no reaccionaron de forma favorable por el éxito de Matar un Ruiseñor. Pero a pesar de que las famosas escritoras del sur no la aprobaban, las historias del Harper Lee están llenas de ese mismo entorno, de esa atmósfera inconfundible de los escritores del sur… en especial si tenemos en cuenta, que todo lo que plasmó, fue de acuerdo a su propia experiencia.   

La novela inicia con fuerza, los detalles y las asociaciones que directamente hace el lector, alimentan la trama. También trabaja mucho con los fashbacks, y hay episodios realmente muy buenos. Hay una crítica tremenda de trasfondo, sobre las creencias, las convicciones, las influencia de la sociedad en nuestras acciones, y diversos dilemas éticos y morales, que traspasan hacia al lector, poniéndolo a pensar, a dudar y a tomar una posición. Eso me pareció muy importante. También queda en evidencia, con algunos recuerdos de Jean Louis, el conservadurismo en la educación de los niños, en especial cuando Scout pensaba estar embarazada de pequeña, cuando un chico la besó, eso teniendo en cuenta que creció sin su madre.

Desde varios aspectos, encuentro virtudes y puntos positivos, pero a medida que avanza la novela, te das cuenta que si hay problemas de edición. Hay partes que restan importancia o que son prescindibles dentro de la historia. Así como la falta de pulimento de fragmentos y capítulos enteros al final, con momentos donde se cae mucho en el cliché, y en algún momento encuentras caótico el curso de la historia. Pienso que en especial en sus capítulos finales, la novela decae, y aunque se encuentra en un punto alto de emociones y drama, los momentos no son resueltos de forma tan pulcra, como podrían haber sido. Lo que quizás me hizo comprender un poco, del por qué la misma Harper Lee no había hecho antes la publicación de ese manuscrito. 

Sim embargo, la novela tiene su mérito, pero lamentablemente creo que la mayoría de los méritos vienen bajo la sombra de la novela “Matar un Ruiseñor”. El morbo o la curiosidad de saber lo que pasa con esos personajes, o saber cómo los imaginó Harper Lee desde el inicio. Sin dudas, también es un ejercicio fascinante, que creo que todos los que leyeron o no la primera novela, deberían realizar, y sacar sus propias conclusiones. En lo personal, creo que pudo ser mucho mejor. Pero no deja de ser interesante.  


6/10



Algunos fragmentos interesantes:

“El timbre de la puerta de los Finch era un instrumento místico: se podía adivinar el estado de ánimo de quien lo tocaba. Cuando hizo ¡ding-dooong! Jean Louise supo que era Henry y que estaba contento. Se apresuró a abrir la puerta”


Sin mostrar inquietud alguna ante la deslealtad de Herbert Jemson, de la cual no se había percatado, el señor Stone se levantó y se acercó al púlpito Biblia en mano. La abrió y dijo:
—El texto de hoy está tomado del capítulo veintiuno de Isaías, versículo seis: «Porque el Señor me dijo así: Ve y pon un centinela que haga saber lo que viere».
Jean Louise hizo un sincero esfuerzo por escuchar lo que veía el centinela del señor Stone, pero, a pesar de sus esfuerzos por refrenarse, sintió que su buen humor se convertía en indignado malestar, y pasó todo el oficio mirando fijamente a Herbert Jemson. ¿Cómo se atrevía a cambiarlo? ¿Intentaba conducirlos de nuevo a la Madre Iglesia? Si se hubiera dejado dominar por la razón, se habría dado cuenta de que Herbert Jemson era un metodista de pura cepa: sus conocimientos de teología eran notoriamente escasos y sumaba, en cambio, una larga lista de buenas obras.



Chirriaron todos los nervios de su cuerpo y a continuación quedaron como muertos. Se sentía abotargada.
Se levantó con torpeza y bajó a trompicones por la escalera cubierta. No oyó el roce de sus pies al bajar la ancha escalera de fuera, ni el reloj del juzgado dando trabajosamente las dos y media, ni sintió el aire frío y húmedo de la planta baja.
El reverbero del sol le hirió los ojos, y se llevó las manos a la cara. Cuando las bajó lentamente para que sus ojos se acostumbraran de la oscuridad a la luz, vio Maycomb desierto y resplandeciente en medio de la tarde calurosa.
Bajó la escalinata y se puso a la sombra de un roble. Estiró el brazo y se apoyó en el tronco. Miró Maycomb y se le hizo un nudo en la garganta: Maycomb le devolvía la mirada.
«Vete», decían los vetustos edificios. «Aquí no hay sitio para ti. No te queremos. Tenemos secretos».



Jean Louise se fue a su cuarto, cerró la puerta, se desabrochó la blusa, se bajó la cremallera de los pantalones y se tumbó atravesada en la cama de hierro forjado de su madre. Buscó a tientas la almohada y apoyó la cara en ella. Un minuto después estaba dormida.
Quizá, de haber podido pensar, de haberse parado a considerar lo sucedido ese día a la luz de una historia que se repetía desde el principio de los tiempos, habría podido prevenir futuros acontecimientos. El capítulo que la afectaba había comenzado doscientos años atrás y tenía como escenario una sociedad orgullosa que ni la guerra más sangrienta ni la paz más draconiana de la historia moderna habían podido destruir, y que volvía a repetirse y se desplegaba en el terreno de lo privado, en el ocaso de una civilización que ni la guerra ni la paz podían salvar.
De haber sido más perspicaz, habría podido traspasar las barreras de su mundo insular, tan extremadamente selectivo, y tal vez hubiera descubierto que tenía desde siempre un defecto de la vista que había pasado desapercibido para ella y para sus más allegados: había nacido daltónica. No distinguía los colores.



“Los hipócritas tienen tanto derecho a vivir en este mundo como cualquiera” (Atticus Finch)


“La isla de cada ser humano, Jean Louise, el centinela de cada uno, es su conciencia. Eso de la conciencia colectiva no existe”. (Doctor Finch, tío de Jean Louis)



Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)
@alejo_salgadoB
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Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)



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